Estar y Mirar Hacia Adentro

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Estar y Mirar Hacia Adentro

Abr 20, 2022 | 0 Comentarios

Por H. Jorge A. Solano Buitrago

Una vez terminado el tiempo religioso de semana santa y viviendo el ciclo de la Pascua, en los cuales centramos nuestra atención en los misterios fundamentales de nuestra fe, me permito retomar el tema de reflexión frente a la pandemia del COVID-19.

¿Habrá una coincidencia entre el tiempo de cuaresma y cuarentena?

Ciertamente. Para los creyentes el número cuarenta, según la Sagrada Escritura, tiene un significado de purificación de un modo de proceder y de la expectativa de nuevas realidades más vitales.

Las circunstancias de estos meses, ha llevado al ser humano a replantearse la forma de pensar y de actuar. Ahora, como nunca antes, se han movilizado universalmente los seres humanos para hacer una parada en su agitado devenir. Una pandemia ocasionada por un microorganismo desestabilizó los grandes poderes del conocimiento, de la economía, de la política, de las creencias, de las relaciones familiares y sociales, y de la forma de sentir y actuar en nuestro planeta.

Explicaciones científicas inundaron la comprensión del problema, incluso llegando a saturar la información; y las creencias se unieron a la reflexión del ser humano, tanto a nivel colectivo como a nivel individual. Las afecciones no sólo fueron a nivel somático sino a nivel mental, emocional y espiritual.

Esfuerzos desde el campo de la medicina y de la investigación allegaron su aporte para controlar un inusitado fenómeno, superando la misma situación de otras épocas de la historia de la humanidad. Esta crisis ha ido replanteando paradigmas en el modo de ser y de actuar el ser humano en el universo. La tarea prioritaria nos ha llevado a redescubrir los valores fundamentales que sólo es posible hacerlo desde una mirada hacia la interioridad de la persona.

Esta pandemia, además de generar problemas en la salud física, ha traído serias consecuencias en la salud mental de las personas y sus interacciones sociales.

El coronavirus, dijo un maestro hindú a su discípulo: “no es bueno ni malo. Es una situación que puede generar en el ser humano una actitud de miedo y de temor o, por el contrario, de amor y respeto. Tiene un propósito, según la voluntad de Dios: verlo como algo necesario y no como algo malo. Es la oportunidad que la vida nos está presentando para hacer un trabajo intenso con la vida interior de cada uno de nosotros”.

Lo anterior ha reforzado mi idea inicial que va en el título de mi reflexión: Estar y mirar hacia adentro. No sólo es permanecer físicamente confinados en nuestros espacios, sino aprovechar esta oportunidad para mirar hacia nuestro interior y descubrir positivamente la fragilidad de nuestro ser, como también ser conscientes de la grandeza del ser humano como generador de cambios que propicien una vida de calidad no sólo a nivel somático y mental sino también integral, en relación con quienes comparten esta aldea global. Toda crisis ha de constituirse en una gran oportunidad.

Una colega psicóloga recomienda asumir esta situación, basada en una oración que hemos escuchado y tal vez repetido muchas veces: “Señor dame Serenidad, Valor y Sabiduría”. La serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar que están fuera de mi alcance y asumir que individualmente no somos capaces de resolver la problemática universal de la economía y de la pandemia; el valor que sí depende de cada uno para tener un cambio en el manejo de nuestros pensamientos de alto valor con palabras y acciones en nuestras actitudes en sentido positivo y no calamitoso para salir de esta situación de crisis; y, el tercer elemento, sabiduría para reconocer la diferencia: no somos una víctima sino alguien que se enfoca en lo que puede cambiar.

Comparto una idea de un gran amigo Juan Carlos García, escritor español en su blog “La Ciudad Comprometida”: “… la gente normal, responsabilizada (salvo los espabilados de siempre), y viviendo con entereza este drama, aunque con serias dudas sobre cómo será el futuro inmediato, ahora tan lleno de incertidumbres… Creo que ahora es más importante que nunca que nos agarremos a todo lo positivo que sigue aflorando desde la sociedad, para que lo amplifiquemos como si de un grito desgarrador se tratase… Para abrir conciencias y para exigir responsabilidad”.

En este sentido, el Dr. José Antonio Lorente Acosta, médico, científico y catedrático de la Universidad de Granada, España, y uno de los investigadores españoles de mayor prestigio internacional, afirma en un editorial del periódico granadino “Ideal” que habría que aprender cinco grandes lecciones de esta crisis sanitaria global sobre la medicina y la salud pública, la comunidad internacional, las heroicidades, los medios de comunicación, y sobre la globalización. Para al final de su artículo lanzar un grito verdaderamente desgarrador, franco y certero: ¿El Virus ¿de la conciencia?

Escribe el Dr. Lorente:
“Nunca jamás habría sido capaz de pensar que esta situación que estamos viviendo se podría dar más allá del marco argumental de una novela o película mediocre.
En ninguna circunstancia se me hubiese ocurrido aceptar, en este 2020, como si fuese el 2020 de antes de Cristo, la opción única sería huir del núcleo del problema y encerrarse, aislarse, como tantos cientos de veces y con desigual suerte lo ha hecho la humanidad a lo largo de la historia.

Y, por supuesto, bajo ningún concepto habría podido pensar en sentir esa sensación mancillante de ser el peligro; el sufrir esa sensación de impotencia por poder ser yo quien pudiera infectar y hacer enfermar a miss eres queridos, a mis compañeros. Tener miedo, y no fiarme de nada ni de nadie: no acercarse, no tocar; que no se me acerquen, que no me toquen. Guantes y mascarillas; inventos y noticias falsas.

He ahí esta humanidad del siglo XXI, que se creía capaza de superarlo todo, que estaba rendida al hedonismo, a la tecnología y a la inteligencia artificial, la misma que ahora yace escondida y asustada, alejándose hasta de los seres más amados por si son las víctimas o los verdugos.

La pregunta es el después, y en un doble sentido: ¿aprenderemos algo? ¿será todo igual? Yo, que soy optimista, creo que no aprenderemos nada y que todo será igual; la justificación psico-sociológica es fácil: tenemos un mundo casi perfecto, y esto ha sido un accidente, algo puntual, que no tiene por qué repetirse. Y la sociedad seguirá (seguiremos) con lo nuestro, y a lo nuestro.
Pasen y vean, es cuestión de esperar unas semanas. El problema es que sí habría que aprender varias lecciones, algunas urgentes.

Primera, sobre la medicina y la salud pública, que han sido pilladas con el paso cambiado, incapaces e impotentes de predecir, prevenir, pero tratando y curando todo lo que puede. ¿Culpa de la medicina o de la profesión médica?

De ningún modo: culpa de los que siguen ignorando la investigación y despreciándola como gasto superfluo, como han hecho y siguen haciendo casi todos los Gobiernos que dedican lo mínimo a esta materia, o a cualquier otra, médica (cáncer o enfermedades raras), … a o a lo que sea investigar o innovar.

Segunda, sobre lo fatal, lo terriblemente mal que se han hecho algunas cosas por parte de la comunidad internacional. Independientemente de que un servidor pone los datos de China, el resto de los países van todos a su aire. Se están adoptando medidas de contención muy variadas, descoordinadas, y se contabilizan enfermos y muertes con criterios diferentes; se usan análisis clínicos distintos que no detectan lo mismo y por lo tanto no son científicamente comparables: sálvese quien pueda. Sin embargo, más pronto que tarde, esto volverá a pasar.

Tercera, a las heroicidades, a los héroes anónimos y a los que no. Todos los conocemos y los valoramos. Pero triste la sociedad que tiene que crear héroes cuando ya hay profesionales (casi siempre explotados, mal contratados y mal pagados) para solventar un problema médico y de salud pública que en foros profesionales y epidemiológicos ya estaba anunciado. No queremos héroes, queremos que a los profesionales bio-sanitarios se les den los medios adecuados para realizar su trabajo con las máximas garantías.

Cuarta, a los medios de comunicación, incapaces de salir de la horma sensacionalista, mezclando datos objetivos con comentarios y con las opiniones. Nos hemos acostumbrado a la tertulia de bajo nivel, muchas veces soez, y cualquiera opina de cualquier cosa. Esto sí que está siendo el espectáculo más grande del mundo. Malo por quien sin criterio difunde presuntos datos, malo por quien otorga valor a los mismos. Y malo por muchos “profesionales” que aprovechan la estampida mental de la sociedad para colocar su comentario, idea o hipótesis: las revistas científicas siguen existiendo, el que tenga algo serio qué decir, que lo publique con criterios científicos, rodeados de pares, y no por libre.

Quinta, a la globalización. ¿Se puede depender de países como China -u otros- para que te manden todo lo que necesitas porque allí se produce más barato?

¿Se imaginan esta pandemia si hubiese sido mucho más grave y que China hubiese necesitado todo lo que produce? ¿Hay áreas estratégicas en las que hay que ser autosuficientes sí o sí? Porque ya estamos viendo que, en épocas de crisis serias, ni colaboración ni coordinación, ni apoyos ni amistades.

¿Qué más se puede aprender?

Y no sé si, para acabar, alguien estaría de acuerdo en que, si queremos mantener al homo sapiens sapiens sobre la tierra, en un planeta sano y limpio, hay que invertir 10 o 20 veces más en investigación y prevención de lo que nos está matando y nos puede matar, como ser humano y planeta.”

Yo, que ya dije que soy optimista, creo que esto es un aviso del destino a nosotros, esos seres humanos tan listos y prepotentes del siglo XXI, a los que nos han dicho: “tomen nota, ilusos, aunque sea por egoísmo.

En conclusión, siguiendo la línea vertebral de este aporte científico, desde lo médico y lo psicológico, ¿qué podríamos dejar como aporte para nuestra reflexión como responsables de procesos educativos y pastorales?

Asumir con responsabilidad esta situación de la crisis generada por la pandemia para manejar asertivamente los miedos y el pánico. Evitar la saturación de información haciendo filtros de la misma con el fin de no crear confusión personal ni social. Replantear el equilibrio de las responsabilidades con nosotros mismos, con los demás y con nuestro entorno. Afianzar las relaciones al interior de nuestra casa para construir verdaderos hogares, donde haya luz y calor humano. Incorporar una actitud serena sin pasividad ante las circunstancias, procurando manejar con resiliencia las circunstancias externas y no que ellas manejen nuestra integridad personal.

Reconocer nuestra fragilidad humana con actitudes de optimismo y esperanza. Fortalecer nuestra interioridad, acrecentando los valores esenciales del ser humano como la solidaridad, la responsabilidad y la verdad, con el claro objetivo de dar un mayor y mejor sentido a nuestra existencia.

En una sentencia, convertir esta crisis en una oportunidad para favorecer la vida y respetar la vida.
Fusagasugá, Colombia, 23 de abril de 2020.

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